martes, 27 de enero de 2009

MI VIDA EN EL KENT


Las aulas y corredores del colegio fueron el escenario de su vocación. Su reconocida aptitud de enfermera y la multiplicidad de funciones desarrolladas evidenciaron en todo momento el vigor, la pasión y la entrega que durante 30 años ha puesto en servicio de la comunidad Kentiana. Hoy miss Lichy finaliza esta etapa de su vida, para abrirse a nuevos horizontes y sueños. Sin duda su recorrido dejó huellas de cariño en alumnos, profesores y padres que en sus palabras encontraron aliento y, claramente, su paso quedará por siempre escrito en la historia The Kent School.

Lídice ya posee una particularidad que la distingue de la mayoría, su nombre simboliza el recuerdo de una verdad trágica, pero no obstante, innegable para la humanidad. Lídice es un poblado cercano a Praga que fue completamente destruido por las fuerzas Nazis durante la Segunda Guerra Mundial. En signo de protesta y memoria, es que su padre talló en su persona ese hecho, signo histórico que sin duda la identifica en su más interno ser.

Desde aquella singularidad, es que emerge una mujer que simplemente se constituye en la universalidad fraternal. En cada pregunta por sus sentimientos, existe una respuesta abocada a su trabajo, a su deber con los estudiantes y con su familia; por y para el otro. Definitivamente sus sentimientos nacen desde ahí, desde una identidad conformada por un espíritu solidario y profundamente valórico.

Mis “crios”, “mis regalones”, “mis pollos” les dice tiernamente a los estudiantes al hablar de ellos. “A los que más les cuesta, a mis tortugas, cuando logran salir de cuarto medio es una alegría. Después vuelven, te besan, abrazan, apachurran y agradecen. Entonces digo gracias Dios mío, yo no lo hice tan mal, lo logramos juntos. Ese es un cariño muy bueno, ese es el colegio”.

Desde esa cosmovisión piensa el Kent miss Lichy. Una institución alojada en principios y valores de poyo a la familia; de respeto y tolerancia, de manera que “podamos ayudar a niños y jóvenes a caminar mejor en este mundo tan complejo”, expresa desde su voz elocuente y comprometida.

-Usted tiene un compromiso muy especial con los alumnos. ¿Cómo describiría esa relación?
Uno tiene una amistad con los chiquillos, por lo que te vas enterando de situaciones que pueden ocurrirles y, en esas circunstancias, viene el apoyo, el consejo, la cosa más paternal. Es muy importante esa confianza con los alumnos, es muy vital. De esa forma, puedes también entrar un poco en la familia y, a veces, dar apoyo. Le he dado fuertísimo con este tema, porque si ves al niño con un problema en su entorno familiar, es necesario que se hable con los papás. Yo lo único que quiero es que al crio le saquemos esa piedra que tiene en los zapatos, puesto que ellos no tienen porqué ser victimas de las situaciones de los adultos.


-Usted llegó al Kent en su labor profesional de enfermera ¿cómo fue ese primer contacto con los estudiantes?
La verdad es que cuando uno estudia enfermería, no es solo el cuidado de enfermos y lo hospitalario, sino también aprende lo que es salud pública, por lo que trabajar en educación está muy ligado. El higiene personal, la parte alimenticia, ejercicios de extensión de columna, hay una serie de cosas. Yo comencé en el colegio con un programa de salud, lo que significaba revisar a todos los niños, evaluándolos en la audición, problemas de columna, entre otras cosas. Me encontré con sorpresas bien especiales, cosas difíciles de solucionar como quistes óseos y niños con patologías graves como leucemias.

-Esas patologías son muy complejas ¿Hubo algún caso en especial que recuerde?
Está el caso de una alumna que me produce mucha pena, mucha angustia cuando me acuerdo de ella. Era una colorida bandida, muy inquieta, una niña muy deportiva, pero que tenía una rodilla que se le trancaba un poco al saltar.
Al examinarla percibí un pequeño quiste, pero finalmente era un tumor canceroso. Era una cosa muy seria y no pudo salvarse. Esta niñita falleció en mis brazos, porque cada vez que había un problema yo partía a verla, uno se compromete mucho.

¿Hubo otros casos positivos?
Hubo triunfos, casos de leucemia como el de Davicho que lo superó y como el de Renato. Son episodios que te tocan mucho, porque uno ve a los niños tan activos y pasan tantas horas con uno; los sientes tan propios. Uno intenta resolver los problemas con ellos, no desde el perfil de la profesora que los califica, sino que en otras instancias.

-Con el tiempo usted además de su labor en enfermería se fue sumando a otros proyectos y labores en el Kent
Claro, en administración que me entretiene mucho. Me dieron esta posibilidad, porque la persona que lo hacia estaba renovando sus títulos. Este trabajo es una responsabilidad enorme, porque de ti depende un poco lo que suceda con el desarrollo de los alumnos en el colegio. Hago también otras cosas extras, como los programas de pastoral, porque estoy muy comprometida con la formación valórica de los niños y la juventud en general. Eso camina de la mano con programas de primera comunión, que se hacen en quinto y sexto en conjunto con los padres, en los que discutimos temas actuales donde se expresa la formación valórica del colegio.

-Pero el colegio es laico
El colegio es laico, lo que significa que tú puedes estar bajo el mismo techo con diversas formas de pensar y de hacer, pero siempre hay un tronco común, porque la cosa valórica es universal. Lo que más rescato de este asunto es la tolerancia que logra nuestra población estudiantil. Acá somos todos iguales y la tolerancia viene amarrada de la solidaridad, eso te amplia el mundo.

- ¿Esos son los valores que siempre han primado en el Kent?
El colegio ha mantenido siempre su postura valórica y académica. Cuando estaba el señor Alejandro Tarragó, en mis inicios, no volaba una mosca y todos los alumnos lo escuchaban, porque él les daba razones de peso y convincentes de cómo se tenían que proyectar, de cuál era su responsabilidad. Entonces la verdad es que los crios salían muy tocados.

-Usted menciona sus inicios ¿cómo recuerda esos tiempos y a personajes fundacionales como Alejandro Tarragó, Vicente Mengod y Alejandro Salvador Aznar?
La imagen de ese tiempo, la recuerdo con estos personajes que se imponían solo con su presencia. Los niños eran capaces de captar en ellos a docentes de primera calidad y a unas personas muy valiosas, que sabían lo que estaban haciendo y que se las jugaban por ellos. Era gente valiosísima y la docencia es algo que tenían intrínsicamente, siendo el objetivo de ellos justamente dar su experiencia y conocimientos para seguir formando valoricamente y en el equilibrio universal, a personas justas y responsables.

"YO SIGO ADELANTE"
Corrían los años 80` y el evento de atletismo que año a año reúne a una gran cantidad colegios en el Estadio Nacional, nuevamente entra en acción. Los alumnos con sus respectivos equipos entrenan, mientras que por el alto parlante los encargados del suceso deportivo dirigen a los diversos establecimientos en competencia. Las niñas, al otro extremo de la cancha, alientan con gritos y saltos a los compañeros que rinden en sus especialidades. Miss Lichy, junto a algunos profesores de deporte, conducen y organizan a los aproximadamente cien estudiantes que tienen a cargo, como también coordinan las distintas actividades que deben ir realizando. En el intermedio, la miss reparte a sus “pollos” una colación completa que lleva para ellos, incluso, encargados de otros colegios insisten en comprarle algunas de sus meriendas. Transcurrida la tarde y finalizando el acontecimiento vuelven agotados, pero habiendo entregado todo, al Kent. Esta historia Lídice la cuenta con especial alegría y nostalgia. Es, sin duda, un recuerdo que ella conserva con mucho cariño. “Recuerdo con mucho cariño las competencias de atletismo. Era una época en que existía un gran respeto por las autoridades y nunca tuve problema alguno con ellos o algún abrupto con otro colegio. Era como una gran gallina con un montón de pollitos”.

-Hoy usted jubila con 30 años de servicio en el Kent; años que trae consigo recuerdos como aquella competencia de atletismo que con tanto cariño describe ¿cómo evalúa estás tres décadas junto al colegio?
Agradezco a la institución por la oportunidad que me han dado, como me han abierto las puertas. En el colegio me he podido desarrollar como persona y crecer. En él eduqué a mis seis hijos y para mí es un orgullo escucharlos hablar de su colegio. Han desarrollado muchas aspectos personales y valóricas estando en el Kent.
Puedo decir que durante todo este tiempo, tuve la libertad de expresarme e ir integrándome con los alumnos. Es muy importante poder hacer lo propio y poder aplicar ese objetivo muy claro en el lugar de trabajo, por otro lado, son tantos recuerdos lindos que te ayudan y te realimentan; una gran satisfacción. Misión cumplida.

-¿Qué cree que es lo que más van a recordar de usted?
Eso es tan especial en cada persona, pero en general la gente me dice “pucha Lichi te vamos a extrañar porque nos ayudabas tanto”. Yo siempre fui una persona dispuesta, si podía solucionar algo, el tema que sea, del problema que sea obviamente lo hacía. Ese espíritu de servicio lo tengo desde que nací.

-¿Qué es lo que más vas a extrañar?
El contacto con los niños es muy hozpitalizante, te da vida, alegría y actividad. Eso es una de las cosas, pero también está el contacto con la gente vinculada al colegio.

-Usted mencionaba que su misión estaba cumplida en el Kent ¿pero qué depara esta nueva etapa?
Creo que 30 años de servicio y con la edad que tengo cumplí mi etapa laboral, pero aún poseo energías para proyectarme como persona. Tengo miles de sueños en la vida que no podido hacer. Me gusta la pintura, tengo varios cuadros y me encanta escribir, tengo miles de cosas iniciadas. Hay tantas cosas, tanto manuales como intelectuales por terminar, como comenzar un libro y poder terminarlo, caminar, salir y conocer. Estar más tiempo con mis nietos; aterrizarlos en este mundo que están y que aprecien un poco más la naturaleza.


Alegre y dinámica, en ningún caso se podría pensar que Lídice Cáceres Jofré vivirá una vida como el que comúnmente la gente atribuye a la noción de “jubilado”. Ella comienza en su devenir, uno en familia, con sus nietos, con la naturaleza y con tantas y tantas cosas que desea realizar. El Kent claramente es reflejo de su historia y en las últimas palabras de esta conversación miss Lichy creo, expresa los sentimientos de una vida ligada al Kent. “Treinta años junto al kent. Es una familia. Uno adquiere el espíritu kentiano que es una familia y es así. Una suerte, una alegría en realidad, por lo que soy muy agradecida con el colegio, con la gente que me ha tocado ir conociendo. Hoy extraño mucho a los que no están, pero así es la vida y hay que seguir adelante. Yo sigo adelante”.

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