viernes, 26 de diciembre de 2008

MUCHO DE MI ÉXITO SE LO DEBO AL KENT

Nació en Chile, pero hace más de 40 años que vive en EE.UU. Juan Cappello, periodista, pero a su vez ejecutivo y empresario, logró consolidarse desde ese país como una autoridad en medios de comunicación masiva. Ocupó cargos de gran responsabilidad en compañías de relevancia mundial como ITT y Hill & Knowlton y actualmente tiene la propia, desde la cual goza de su gran credibilidad profesional. Kentiano hasta el día de hoy, nos revela desde tierras lejanas e inmerso en un complejo itinerario, sus recuerdos, experiencias y vicisitudes que conducen cada letra de esta entrevista virtual.

La comunicación ha desbidujando los limites nacionales; ha traspasado fronteras producto de una era global. Juan Cappello también. Él desde la gran manzana y como uno de los ejecutivos latinos de mayor éxito en EE.UU pone de manifiesto esa realidad. Su trabajo internacional e incluso su columna en el diario La Segunda lo evidencian. Su cosmovisión frente a los hechos mundiales, siempre dejan relucir la emergencia de su país natal. Es aquí donde sentimientos, experiencias y realización convergen para hacer de este profesional un personaje connotado, pero que como todo descubridor, aún tiene desafíos y sueños por realizar

Frente a las pantallas de un computador o, en su caso quizás frente iphone, le planteo mis inquietudes y descubro ciertas nociones de realidad cobijada en sus palabras. Ambos periodistas, pero desde distintas experiencias, entablamos una conexión implícita, que enmarcada en el kent, lo devela en su devenir; en lo que hoy representa.

- ¿Cómo comenzó su relación con The Kent School?
Ingresé al The Kent School “de rebote”. Había pasado nueve años en el entonces Instituto Inglés (donde está ahora el Pedagógico) cuando una huelga y la intransigencia de las partes cerró el colegio luego de 78 años de existencia. Inesperadamente estaba sin colegio. Mis padres querían que continuara con una educación secular y laica en uno de calidad, con énfasis en inglés, con profesores de calidad y donde me aceptaran. Así nació mi relación con el Kent, la que sigue hasta ahora.

- Desde ese momento continuó en el colegio ¿Por qué decide permanecer en el Kent?
Tuve la suerte que me entrevistara el propio Alejandro Tarragó en mi primera visita al Kent. Más que hablarme y preguntarme, Don Alejandro me escuchó. Eso sí que dejó muy en claro que el énfasis kentiano estaba en la formación de personas íntegras más que sólo estudiantes bien preparados. Me habló de las exigencias escolásticas. Me gustó la sesión y me quedé.

-¿Qué recuerda de Alejandro Tarragó, Vicente Mengod y Alejandro Salvador Aznar u algún otro profesor importante para usted?
Admiración y respeto por lo mucho que nos dieron. De todos ellos, al que menos conocí fue a Salvador Aznar. A Don Vicente Mengod, Eleazar Huerta, Alejandro Tarragó los tuve como profesores. Más que profesores, “maestros de juventudes”. Sin querer, lo mejor que el Franquismo aportó a Chile llegó con ese grupo de españoles en el Winnipeg y en otros barcos con exiliados.

Pero hay tantos otros; José Donoso (el escritor) y gran profesor de literatura inglesa quien me enseñó los sonetos de Shakespeare y los poemas de Kyats, mientras él escribía su primera novela, “Veraneo y otros Cuentos”. Doña Guacolda Antoine, quien podía explicar los más complicados teoremas algebraicos con amenidad y claridad increíbles. Ángel Valencia y tantos más.

-¿Tuvo alguna experiencia importante en el colegio que actualmente tenga conexión con su vida? La enorme curiosidad de aprender cosas nuevas y empujarme a compartir vivencias con gente de culturas y filosofías diversas. A cualquier edad, si uno quiere, puede aprender algo nuevo que lo ayuda a mejorar o evitarse problemas.

-¿Recuerda alguna vivencia especial?
Hay muchas que todavía me hacen sonreír; como Cristián Petrowitsch tratando de copiar mis escapadas exitosas a través de una ventana durante la clase de Educación Cívica. Lo hice varias veces, mientras que Cristián, probó una sola vez y lo “pilló” Don Alejandro. Lo trajo a reglazo limpio de vuelta a la sala, por lo que desde esa vez se acabaron las escapadas para todos.

- Usted aún se encuentra ligado al Kent, incluso realiza charlas para los alumnos ¿Qué es lo que lo mantiene unido a él?
Mucho de mi supuesto éxito se lo debo a lo que recibí en mis años de colegio. No hablo solo de educación sino también de principios y de filosofía de trabajo. Al ayudar y conversar con generaciones Kentianas del futuro recibo tanto como doy. Recibo una visión diferente del mundo. Los diálogos con gente joven me permiten entender frustraciones, aspiraciones y comprender que ignorarlas es un problema social. Les sugeriría a muchos políticos y sociólogos que hicieran lo mismo. Vale la pena. "Simple y sencillo".

-¿Se ve con algunos compañeros de su generación?
Sí. Y, en algunos casos y pese a las distancias, la amistad ha perdurado ahora a nivel familiar. Mi compañero de banco, el ahora brillante arquitecto, Eduardo San Martín o Hugo Ferrer y otros compañeros son personajes importantes en mi vida personal. Pese a algunas diferencias políticas y filosóficas que hacen los diálogos más interesantes.




AÚN QUEDAN METAS POR ALCANZAR

Juan estudió periodismo en la universidad de Chile, siendo su vocación de origen familiar. Su padre, italiano, exiliado y de profesión ingeniero, se interesó desde muy temprana edad por la política y el periodismo, llegando a crear en Chile un diario anti-facista (L’Italia Libera). A su vez, el menor de sus tres hijos, Felipe, trabaja en noticias en ABC/TV en Nueva York. “De modo que la sangre vocacional tira”, expresa.

Posteriormente Cappello realizó un Magíster en Northwestern University, después de ganar el premio de la Sociedad Inter-Americana de Prensa por su cobertura de América Latina. Su currículum es connotado. Fue vicepresidente y miembro del Comité Ejecutivo Mundial de ITT Corporation, socio y presidente de Hill & Knowlton para América Latina, una de las empresas de comunicación estratégica más antiguas e importantes del mundo.

Definitivamente calificado como una autoridad en materias de comunicación masiva y reconocido internacionalmente por ello. Los gobiernos de Francia, Italia y Austria lo condecoraron por sus contribuciones culturales y laborales. Chile, bajo la administración del Presidente Aylwin le otorgó la Orden del General Bernardo O’Higgins. Hasta su amor por el tenis lo ha llevado al exclusivo International Tennis Hall of Fame, donde es director y presidente de comités internacionales.

En la actualidad es Presidente del Consejo y socio de ICC Crisis, además de ser director y/o consultor en varias empresas y asociaciones profesionales, entre las que destacan; Fundación Chile, ITT Corporation, Friends Universidad Católica en EE. UU, entre otras. Además ha sido director y presidente de la Cámara de Comercio Chileno/Norteamericana en Nueva York; es miembro de Council on Foreign Relations en EE.UU.; ex director del Consejo de las Américas y Presidente Ejecutivo de Contemporánea LLC, en Delaware, Nueva York y Santiago de Chile

-Usted ha sido uno de los ejecutivos latinos de mayor éxito en EE.UU, llegando a ocupar puestos de gran responsabilidad en compañías mundialmente relevantes. Luego estableció su propia empresa y escribe columnas, con igual notoriedad ¿Qué sueños le quedan por cumplir?
Son muchos. Pero no son sueños; son aspiraciones de mejorar, aprender, compartir y aportar al mejoramiento de otros. Pero no todo es “la profesión”. Tengo proyectos para viajar con mis nietos, como lo hice con mis hijos, y enseñarles a gozar de la vida.

- Pero durante toda esa experiencia profesional destacada ¿Cuál cree que ha sido el logro más significativo?

No voy a hablar en tiempo pretérito porque me quedan metas que alcanzar. En todo caso, es difícil identificar un logro exclusivamente ya que una carrera es la acumulación de experiencias, de fracasos y reconocimientos, de nuevos desafíos. Quizás, si hay un logro particularmente importante para mi, éste sería ser respetado como un profesional serio, responsable y dispuesto a enfrentar problemas con el riesgo que significan soluciones creativas y diferentes en cada oportunidad.

-A pesar de vivir hace tanto tiempo fuera del país, es enfático en decir que nunca ha perdido el nexo con Chile. Incluso escribe un diario nacional y participa constantemente de charlas y seminarios ¿Qué es lo que lo ha mantenido unido al país?

El orgullo de haberme criado y formado (en gran parte) en Chile, país del que tengo muchos recuerdos y amistades. ¿Por qué dejarlos? Mis actividades profesionales son a nivel internacional y eso incluye Chile, pero (con esto o sin esto) siempre encontramos con mi familia la oportunidad de pasar "unos días" conociendo más de Chile y aprendiendo cosas nuevas de un país increíblemente interesante. Más encima me invitan a dar charlas y algunas personas leen mis columnas, incluso las que publico en otros países también. No está mal.

Claramente no está mal. Juan Cappello, es respetado por su calidad profesional y su disposición a enfrentar nuevos desafíos en materia comunicacional, siendo esto último vital en dicha materia. La curiosidad, principios y filosofía de trabajo que le transmitió el Kent constituyen en parte lo que él es hoy, y quizás hace de ellas eco en las charlas que realiza para los alumnos del colegio; conversaciones que argumenta, le entregan otra visión de mundo. Es por esto que no terminamos esta entrevista, sino con un mensaje de Juan Cappello para los estudiantes The Kent School.

“En lo profesional: Cortesía de la revolución comunicacional, el mundo de hoy es más pequeño que un “agora” en los tiempos de Platón. La competencia va a ser más dura que la que enfrentamos nosotros. Hay que fijarse metas profesionales y personales altas, pero al mismo tiempo realistas, porque ahora no van a competir sólo con otros en Chile. Los competidores van a surgir de otros lugares”.

“En lo personal, sean renacentistas en su “approach” a la vida. No se limiten a lo que saben o a los requerimientos profesionales. Busquen cosas nuevas y aprendan cosas nuevas”. Per secula seculorum. Vale la pena”

martes, 25 de noviembre de 2008

"EL PERIODISMO FUE HECHO PARA MI"

No hay mejor “vestido a la medida” para Mirna Schindler que el periodismo, como para el periodismo un buen modelo. Su autoexigencia, meticulosidad, sensibilidad y arrojo al momento de vencer los miedos, son cualidades ineludibles en esta profesión, y condiciones, que por cierto, le han abierto paso en este complejo arte de informar. Componente ancla del equipo de “Informe especial” por más de una década, madre de tres hijos y, ad portas de comenzar su conducción de noticias en CNN Chile, esta multifacética reportera comparte con nosotros sus desafíos, sus vivencias, como también, sus recuerdos de Kentiana.

Ligera y a la vez calmada, sensitiva y al mismo tiempo tenaz, es la dualidad que se comporta en ella y su forma de expresarse lo evidencia. Su rigor y decisión se funden con la armonía de su rostro delicado. Una mezcla curiosa que contiene en su ADN, pero que han conformado en ella la fortaleza para enfrentar sensiblemente, políticamente y responsablemente casos emblemáticos.

"La muerte de Eduardo Frei, una conspiración secreta”, fue uno de ellos, y significó un trabajo exhaustivo de investigación en el que “por primera vez se instalaba la tesis del homicidio”, dice Mirna, mientras argumenta que el caso que revelaba graves irregularidades del Servicio Médico Legal también fue substancial, puesto que el mismo día de su transmisión renunció el director de dicho organismo, Oscar Vargas.

Un tema especial, por cierto, fue el de la Madeleine McCann. En esta investigación Mirna fue junto al equipo a Portugal para obtener la entrevista de los padres de la niña, teniendo que competir con las grandes cadenas internacionales. “El haber conseguido esa entrevista fue eso de que si no hay plan A, hay B, C, D…. Eso de no claudicar jamás, aunque uno se desmoralicé”. El material obtenido gracias a esa insistencia, fue comprado más tarde por la CBS en una suma millonaria.

Todas estas experiencias no son en vano, y esos años de reporteo, de pregunta tras pregunta, de “quemarse las pestañas”, de insistencias y reflexiones han llevado a que esta periodista acérrima hoy pueda enfrentar otros desafíos, como el ser una de las conductoras de la prestigiosa cadena de noticias internacional CNN, en Chile.

Es así como sentadas a las afueras de su nueva casa televisiva, exactamente en el casino que colinda el canal, aprovechamos su hora de almuerzo para echar a andar la maquina del recuerdo y, acechadas por un calor sofocante, finalmente damos inicio a nuestra conversación. REC

MIS DÍAS DE KENT

Mirna Schindler llegó a los 10 años al The Kent school. Venía de una escuela subvencionada, donde ella y su hermana aprendieron mucho, “hacíamos muchas obras de teatro y folklóricas, pero solo llegaba hasta sexto básico y había que cambiarse”. Ese cambio para ella fue brusco, un poco “chocante”, porque eran realidades diferentes. “Era como si yo viniera de San Rosendo con un canastito y de repente me encontrara con este colegio”, relata mientras es posible apreciar en sus ojos miel el velo del recuerdo.

- El cambio fue drástico ¿Qué fue lo que más te perturbó?

Una de las cosas que más recuerdo es que yo pronunciaba mucho la Ch, por lo que todos se reían mucho de mí. El problema era que en ese entonces yo no entendía porqué ellos lo hacían. El asunto es que yo venía de decirle a la “profe” señorita, no miss y que tuve que empezar a ubicarme que estaba en un colegio que tenía otro tipo de ingreso y de familia. Poco a poco, producto de todo ese “chaparron” y balde de agua fría que significó el cambio, me voy integrando y siendo parte de ese grupo. Fue un poco ese choque.

-¿Qué es lo primero que te llamó la atención del Colegio?

Había una multiplicidad de personas, de clases sociales. Sin duda todos eran de una clase social media para arriba, había distintos tipos de familias, de izquierda, derecha, del mundo de la cultura y el arte. Entonces ahora yo mirando para atrás me doy cuenta que en mi curso convivíamos con muchos tipos de personas. Cuando tú eres chico y joven no se notan tanto, pero se hacía patente.

En su tránsito por las aulas del Kent, hay un hecho que marcó emotivamente la vida de Mirna. De ella, y la de todo su curso: la muerte de sus compañeros Sonia Rovira y Jorge Sabja. “Una cosa terrible. En ese tiempo no logramos dimensionar lo que eso significaba, el nivel de tragedia que era para un solo curso”, expresa con una voz que deja entrever el dolor y aflicción que esos recuerdos provocan en ella.

Sonia era deportista y carismática, “una chica que en todo lo físico le iba increíble” y que producto de un cáncer a la pierna fallece y Jorge, que fue su pololo, tuvo un accidente de tránsito. Esta “tragedia”, significó que el curso de Mirna se uniera bastante y dejara de lado sus diferencias.

De esa unión hasta el día de hoy, es que tiene a su amiga inseparable, Carmen Paz Puente. ”Nosotros somos entrañables, de una relación extremadamente cercana. Hemos pasado por todo, hemos vivido todo y ahí estamos juntas los dos”, reflexiona.

-Entre todas estas experiencias ¿Qué recuerdas de Alejandro Tarragó, Vicente Mengod y Alejandro Salvador Aznar?

Quiero rescatar a Vicente Mengod, porque si hay algo que yo llegué a aprender con él, es tener una muy buena ortografía, gramática e idioma. Hablar correctamente. De hecho recuerdo que me dijo que estaba orgulloso de las hermanitas Schindler. Yo era de puros sietes con él y agradezco mucho lo que me enseñó, porque gracias a eso ahora soy súper meticulosa en las palabras, en la redacción, en la ortografía. Todo eso se lo debo a Vicente Mengod.

Alejandro Tarragó era un viejito muy lindo y que hablaba bajito. De repente pasaba, recogía un papel y se lo metía al bolsillo. Él de alguna manera de te iba enseñando. Era un maestro. Por otro lado estaba Salvador, quien era todo un personaje, pero muy exigente.

Mirna destacó por ser una muy buena alumna del Kent, no porque le gustara competir sino por su nivel de autoexigencia, característica que conserva hasta el día de hoy. No obstante, “me daba mucho miedo el hecho que me calificaran de matea, por lo que cuando en primero medio saqué la mejor nota del curso con un 6.92, me dio vergüenza retirar el premio”, comenta.

Esa vergüenza no es de extrañar, porque en ese entonces la periodista que hemos podido apreciar con desenvoltura frente a las pantallas e ímpetu en sus investigaciones, era extraordinariamente tímida. “Yo era tímida, pero tímida, todo lo contrario que tú ves hoy día”, dice con firmeza.

-¿Por qué te sentías así?

Yo me sentía el patito feo del grupo, como feuchita y flacuchenta. Me acuerdo que me decían espíritu Isabel. Consideraba que no tenía donde llenar un pantalón, además había un grupo del curso que eran las agrandadas y me sentía tan distinta a ellas. Si yo era hasta tartamuda producto de mi aceleramiento.

-¿Cómo hiciste para vencer esos miedos?

Yo tuve que trabajar mi timidez, mi madre también era así y vivía sola con ella, mi padre estaba en el extranjero y mi hermana vivía con mi abuela. Llegado un minuto, bueno que es el desarrollo normal de cualquier niña a mujer, comencé a darme cuenta que yo ejercía un cierto atractivo para el sexo opuesto, por lo que empecé a sentirme más segura, a ir a fiestas y tal es así, que a los 15 años , el año 82 tuve mi primer pololo que era del colegio . Comenzó un poco el proceso de afirmar la autoestima.

-La autoexigencia también es algo que te caracteriza ¿También viene de tu madre?

Yo tenía una relación súper simbiótica con mi mamá; para ella era súper importante que me fuera bien, pero no tenía que decirme que estudiara. Lo de ser autoexigida viene en mi ADN para bien y para mal. En algunas ocasiones me traía problemas y me estresaba, porque yo tenía que ser buena en todo, en física, en matemáticas, por lo que durante algunos años no lo pasé bien. Hasta el día de hoy sueño que no me he preparado bien para una prueba, quizás si hubiese “relajado la vena” como dice mi hija mayor, habría sido más feliz.

Durante sus años de estudiante en el colegio hubo un episodio que provocó que Mirna se enfrentara a sus miedos desde otra lógica y que aflorará en ella la activista política o politicidad interior que más tarde desarrollaría en los años de universidad.

Paradójicamente, la historia que me comienza a relatar Mirna la siento conocida. Claro está, Paula Sharim, quien también ha sido partícipe de este blog, estuvo presente. Ambas eran compañeras y junto a Manuel Osorio, también parte de su curso, fueron protagonistas de la primera protesta que hubo en dictadura.

En ese tiempo, cuenta, la represión era a"diestras y siniestras”, al grado que tanto a Mirna como a Paula las golpearon incesantemente y con alevosía. "El primer golpe te diría que casi me morí, pero al cuarto te diré que ya no lo sentía” imita en cámara lenta la situación, mientras expresa que eran jóvenes y que nada estaban haciendo para recibir ese grado de violencia.

-¿Cómo marcó esta experiencia tu vida?

De esto nunca me voy a olvidar, porque es una de las experiencias más traumáticas que me ha tocado vivir. Fue súper marcadora, porque a partir de ella yo sería capaz de hacer cualquier cosa. Si yo había sido capaz de vencer ese miedo a los 15 años, podría vencer muchos más también. Desde ir a una protesta a estar leyendo noticias.

Al salir del colegio Mirna se trasladaría a Alemania, país en el que estuvo por un periodo de nueve meses. Sin embargo, a su retorno, en marzo del 86´, nunca habría pensado que sería para despedirse de su madre, quien murió de un derrame cerebral tres días después de su llegada. “Fue una muerte violenta, yo la encontré muerta en su departamento. Vine a despedirme sin saberlo”. En ese entonces tenía 18 años y “fue muy duro, porque nosotras éramos súper unidas. Yo era sus ojos, ella moría por mí. En mi proyectaba todo lo que ella no había sido. Siempre me decía: "estudia, estudia, saca tu cartón, no dependas nunca de un hombre. Eso me marcó y se lo agradezco hasta el día de hoy", cuenta emotivamente.

UN VESTIDO A LA MEDIDA

El periodismo no fue la primera opción profesional para Mirna, no obstante habiendo apostado por este camino se dio cuenta que no se equivocó; que el periodismo fue hecho para ella. “Tiene que ver con todo lo que soy, por lo que me alegro mucho haber estudiado esta carrera y haber seguido esta profesión”.

-Tu época universitaria estuvo marcada fuertemente por la actividad política ¿qué significó ese periodo de especial lucha social?

Me ayudó para mi crecimiento personal, puesto que yo estaba muy involucrada en la lucha contra la dictadura, acción de la que me siento absolutamente orgullosa. Siempre fui súper sensible a la pobreza, a la injusticia, cosa que también hasta el día de hoy tengo. Soy lo alegadora, no soporto que me pongan un pie encima, no soporto la prepotencia, a la gente que se crea más porque tiene más plata y poder. Me siento muy marcada con la actividad política.

En ese marco contextual es que Mirna salió a perder los “miedos”. Primero en El Mercurio, para luego llegar a la que fue su casa por más de quince años: Televisión Nacional de Chile. Desde ahí continuó su reporteo y desde ahí fue donde a su vez logró una de esas cuñas símbolos pronunciada por Augusto Pinochet. Una frase que da vuelta al mundo y que estremece a cualquiera. –“Pero que economía más grande" expresó, tras un insistente cuestionamiento sobre la existencia de fosas comunes en el patio 29.

“En ese momento yo estaba muerta de susto, sentía que el corazón me zapateaba y las manos que me traspiraban, pero yo sabía que era mi deber, que tenía que representar de la mejor forma a TVN y ser la mejor. Lo mismo del colegio y súper autoexigente” de esta forma argumenta fue perdiendo el miedo y la timidez.

Mirna llega a TVN a"rearmar el buque” del departamento de prensa, el que con “60 minutos” estaba contenido de una gran carga ideóloga. “Éramos una nueva orneada de periodistas descontaminados, de gente que quería hacer un buen periodismo. Una brigada todo terreno, que nos enfrentábamos a todas las autoridades, que no teníamos miedo y decíamos todo lo que teníamos que decir. Entre ellos están Verónica Neumann, José Ignacio Aguirre, Cristian Arismendi, María Teresa Guerra”, por decir algunos.

En el año 1994 Mirna emigró a Megavisión a formar parte del equipo de “Aquí en Vivo”, en donde asegura realizó un “doctorado en reporteo”, puesto que hacía un reportaje de más de media hora todos lo días. Un año después volvió a TVN, pero ahora para integrar el programa ancla de investigación periodística de la estación “Informe Especial”.

“Lo sentí como un regalo del cielo, porque me permitió tener a mis otros dos hijos y porque además era un programa con una tremenda trayectoria, donde aprendí cualquier cantidad, donde se me dieron las mejores posibilidades hasta mis últimos días. Grandes cosas a mi favor “

-Tienes tres hijos y no has dejado un solo día de trabajar ¿imagino debe complicado compatibilizar ambas tareas?


Tenía bastante presión, pero nuca perdí mis prioridades que eran mis hijos, de hecho yo los tengo antes que muchas periodistas en mi lugar. Yo iba haciendo mi carrera he iba teniendo hijos. Yo nunca postergué mi maternidad.
Siento que he logrado con un gran esfuerzo mi rol de mamá con mi rol de periodista, no dejando de hacer ninguna de las dos cosas. Es la realidad que me tocó y es gracias a ella que estoy aquí. Creo que mis hijos me lo agradecen, porque me ven contenta y realizada.

UNA CONDUCTORA CON OLOR A CALLE

Mirna Schindler está hoy en el desarrollo mismo de la noticia, en el día día, “arriba del balón” como ella expresa, puesto que desde noviembre integra el quipo de CNN Chile y, aproximadamente a principios de diciembre, será la conductora que despertará al país a través de sus pantallas. “Estoy demasiado contenta, con un equipo humano extraordinario. Por primera vez voy a leer un Telepronter, pero de a poco uno se va dando cuenta que es práctica y que hay una seguridad que te da la experiencia”.

-Vienes del otro lado de la noticia, del lado investigativo y profundo ¿Cómo has sentido su otro extremo, el de su pura contingencia?

Yo no vengo de un mundo de noticia dura, por lo que desde ya tengo cinco radios programadas de noticias. Estoy en la contingencia, en los diarios y eso hace que quedes muy arriba de la pelota, entonces mi pregunta es cómo después de las dos de la tarde me voy a bajar de ella

-¿Cómo enfrentas este cambio?


Me encanta, porque nunca lo había hecho y me gusta probarme. Pienso que hay que hacer cambios en la vida y era el que necesitaba. Yo me alegro por los 13 años que estuve en el Informe y me voy a comer las manos por hacer realización, pero esto es una pausa necesaria. Cuánto tiempo no lo sé, pero ahora lo estoy pasando increíble.

-En una entrevista al diario la Tercera, expresaste que una de las cosas que te llamó la atención de CNN es que los que conducen los noticieros “tienen olor a calle”

A diferencia de lo que históricamente corría, en CNN sus rostros anclas, sus conductores han sido reporteros. Han estado en la calle, haciendo notas y reportajes. Entonces para ellos es importante que uno venga de ahí, te da un bagaje, un plus que es muy importante. Ellos no solo quieren un rostro bonito, que sepa leer bonito, sino que tenga peso y que ese peso no esté solo dado porque se es inteligente, sino porque tienes ropa para estar diciendo lo que estás diciendo, porque todos los periodistas que trabajamos en esto, tenemos olor a calle, pero no todos los conductores lo tienen.

-¿Y los miedos?
Siempre están, pero que bueno que existan porque significa que te tienes que ir superando.

Con ese valor de superación, sumado a su constante autoexigencia, se ha posicionado como una figura dentro del complejo campo periodístico. La confianza que deja su experiencia, no solo en los directivos de CNN, sino también en quienes se informan a través de sus relatos e investigaciones, le ha dado la credibilidad, que es potencia y aspecto crucial en esta carrera. Mirna ha logrado desarrollar aspectos transcendentales en su vida; ser madre y una buena profesional. Sin lugar a dudas la proyección de su mamá, en ella ha llegado lejos.

lunes, 3 de noviembre de 2008

LO QUE NOS LIGA

El espíritu que el Kent esculpió en las generaciones de estudiantes que transitaron por sus aulas es innegable. Muestra de aquello, es lo que actualmente jóvenes egresados de sus dependencias han querido plasmar en la Liga Kentianos 2008 de baby fútbol.

Esta instancia deportiva ha logrado reunir alrededor de 200 ex alumnos, que motivados por compartir, asisten a la cancha cada fin de semana rememorando el pasado y avistando un nuevo porvenir, el que en palabras de sus ávidos organizadores, no está ajeno a nuevas iniciativas.


Liga significa lazo, unión y pacto, tres palabras que reflejan justamente lo que ha logrado la “liga” desde su primera reunión el 27 de septiembre. Ese día fue emotivo; junto a un asado, ex alumnos, profesores y familias recobraron instancias y recuerdos refugiados en el ayer. “Se pasa muy bien, imagínate si al final estás doce años con la gente del colegio y generas un lazo muy importante; entonces al volver a encontrarlos es como si el tiempo ni hubiese pasado” comenta uno de sus organizadores, Ignacio Cabrera.

Para el profesor de educación física, Fernando Morales, quien participa en el equipo de la generación 2003 “Tenedor libre”, la experiencia fue súper simpática, “porque habían muchos chiquillos que yo no veía hace muchos años; todos de distintas generaciones. Definitivamente este encuentro es un aporte para los que hemos compartido y convivido con estos chiquillos, porque la mística que tienen los alumnos del Kent es distinta”.

De la misma manera es que valora la intención el profesor Omar Irarrázaval. “Creo que esta convocatoria es súper respetable, tu vez a las familias y a los alumnos, los que te reciben con una cantidad de abrazos; es una gran alegría compartir con ellos ese tiempo. La mística que se ve en los kentianos, es porque hay un espíritu que está vibrando”, expresa emocionado el también jugador del equipo “Todos contra el nacho” (2003).

Esa disposición es la que ha provocado que cada día sean más lo que estén interesados por ingresar a la liga, o que quieran buscar otras formas de reunirse en torno a ella. “Yo creo que tenemos el espíritu del alumnado del Kent. Ese espíritu es el que logró que la liga funcionara” expresa uno de sus mentores, Mauricio Guzmán, agregando que incluso se encuentran realizando unos amistosos masculinos y femeninos. “Los amistosos de mujeres recién los comenzamos, y llegó la generación de 2001 con la de 2003. Se pegaron más patadas, pero lo pasaron muy bien”, recuerda riendo como si retratara dicho evento en su memoria.



UN ESPACIO COMPARTIDO

Las generaciones que conforman los diez equipos oficiales de la competencia, van desde el año 1996 al que saldría el 2009, puesto que también participa el curso de tercero medio del colegio triunfador del campeonato“Vicente Mengod”. No es menor considerar que el estilo de ese torneo, es el mismo que se utiliza en la liga: baby fútbol, por cursos y 5x5, es decir, cinco jugadores por cada lado. “Elegimos el estilo Vicente Mengod, quien era un personaje muy ilustrado que fue parte del Kent, por las reglas que tiene. Además le pusimos de esa manera para incitar que la gente reúna a su generación y, porque también está abierto para los estudiantes del colegio”, expresa uno de sus apasionados coordinadores, Mauricio Guzmán.

Esta iniciativa partió desde la amistad y los deseos por recobrar espacios para el reencuentro. “Estábamos en una reunión con distintas generaciones y se expuso la intención de que podíamos hacer algo entre todos, surgiendo así la idea del campeonato” comenta Mauricio, agregando que luego realizaron una página en Facebook, congregando a alrededor de 200 personas.

“Estábamos entusiasmados en generar una expectativa como la que tenemos ahora. Se ha dado y estamos cada vez más felices, pero no nos esperábamos algo con tanto revuelo” cuenta “Mauro”, mientras que Ignacio, expresa que cada vez llega más gente “nos preguntan por mail o Facebook si se van a realizar más actividades”.

Es importante recalcar que estos jóvenes por medio de la web han conformado un verdadero espacio de comunicación, en que comentarios, imágenes e información actualizada constituyen este escenario interactivo. Mensajes como “grande Drink Team, sufrimos pero al final el triunfo se disfruta más de esa forma”; “ya pues, organicen algo para las mujeres también o hay que ir a hacer barra solamente....”; “apoyo lo de la liga femenina. Hay que diversificar y esta idea está muy wena. Felicitaciones a los gestores de la iniciativa!”, reafirman el ánimo del que se reviste este certamen, el que a través de Facebook ya suma 66 avisos en su muro y 245 miembros.

Es así como se dan los escenarios en que ex compañeros convergen, alumnos de otras generaciones se reconocen y profesores se asombran al ver a sus estudiantes convertidos en todos unos adultos. Es el Kent, dicen sus organizadores, puesto que al ser más pequeño permite que todas sus generaciones se conozcan y valoren, produciéndose muchas más instancias de conexión entre quienes son o han sido alumnos del colegio.

El profesor Irarrázaval comenta que se han ocasionado momentos emotivos para él, como cuando se reencontró con una alumna que antes de egresar supo iba ser madre. “Esa primera tarde yo estaba jugando, y de pronto ella aparece con un niño de tres años y me dice; “este es mi hijo”. Fue súper especial, y si esto no lo realiza este grupo yo no los vivo”. Estas situaciones también han significado para muchos de los asistentes momentos de acercamiento y reflexión, recuerdos y nostalgias que se enmarcan en un espacio compartido, llamado The Kent School.

“Es muy simpático sentarse después de los partidos a conversar y recordar las anécdotas de aquellos años. Uno ya tiene otra visión de las cosas y los chiquillos también, pero está esa historia en común vivida que nos une” comenta el profesor Morales o “Morita” como le dicen sus estudiantes, quienes en circunstancias de este juego, no han reparado en rememorar sus inolvidables frases como “el no puedo no existe” o “los miedos son inventos de uno, no son concretos”.

NUEVOS CAMINOS

Actualmente están jugando su quinta fecha y pretenden que para mediados de diciembre esté concluido el campeonato con una celebración, que aún en proyecto, corone los futuros torneos. “La idea es que se integren otras generaciones también, y que la liga perdure en el tiempo”, dice otro de sus impulsores, Nicolás Simonetti.

“Hay un valor espacial en los alumnos, por lo que esto va a trascender e impactar a la comunidad. Es importante cultivarlo, por lo que sería bueno surjan cosas distintas; quizás no solo el fútbol, sino que otro tipo de encuentros de egresados” manifiesta el maestro Irarrázaval. Esto concuerda plenamente con los que sus organizadores actualmente piensan, puesto que este “bien necesario”, como lo especifica Mauricio, sólo puede presentar una parte de todo lo que se puede realizar. “Nosotros ahora ponemos esta instancia y no nos cuesta nada. Mientras más gama allá de cosas mejor, quizás no es solo la liga, pueden ser otras actividades sociales para los ex alumnos”, concluye.



Generar ocasiones de encuentro que no existían fue su objetivo y su resultado, sin duda, todo un éxito. La organización es valorada, y ahora su espíritu kentiano apunta a continuar y promover nuevas instancias de acercamiento. En definitiva, crear espacios en donde esa mística se desarrolle y donde compartir sea una realidad.


Para aquellos que aún no se han contactado con las otras generaciones, pueden hacerlo a través del correo ligakentianos@hotmail.com o en Facebook Liga kentianos 2008.













lunes, 29 de septiembre de 2008

EL KENT FUE MI CASA



Su formación y recuerdos encuentran en los Tarragó los vestigios de lo que hoy representa. Disciplinado y con una trayectoria que evidencia su talento, Héctor Olave, Premio Nacional de Periodismo y editor de contenidos de El Mercurio, uno de los medios más importantes a nivel nacional, nos testimonia parte de sus vivencias y reflexiones en su paso por la familia kentiana y, por que no, de sus experiencias profesionales no muy lejanas de ser publicadas.



A las 8:30 en punto me solicitó que llegara. Claramente es un hombre ocupado y me lo hace ver: -Vienes retrasada, menciona. Mis excusas las siento insuficientes; entiendo el valor se su tiempo y el riesgo, a pesar de haber visto Mapcity una y otra vez, de pasar por Santa María, sin incurrir en la omnipresencia del “El Mercurio”, medio en el cual trabaja desde el 2001.

Antes de atisbar cualquier palabra e incluso, antes de alcanzar a presionar rec, Héctor Olave, como si tuviera una pauta mental y pudiese adivinar mis cuestionamientos, comienza el relato de forma prolija y acabada. Claro está, son más de 40 años de experiencia profesional que evidencian una constancia y diciplina, que advierte emergen de su niñez enmarcada en el Kent.

“El kent fue mi casa, los Tarragó fueron mis padres, Laura y Lita fueron mis hermanas. Yo del kent sin duda tengo los mejores recuerdos y todos mis agradecimientos. Si yo en la vida he logrado algo es gracias ellos. Ellos me hicieron, me formaron, me castigaron, me premiaron”, manifiesta enfáticamente.

“Tito” Olave, como le dicen sus conocidos, estuvo vinculado toda su vida escolar a la familia Tarragó, desde “The Windsor School” al más tarde “The Kent School”. Ambas instituciones tenían internados, pero en el año 1955 el Kent terminó con ese régimen, por lo que Héctor, cuya familia era de Linares, fue acogido por los Tarragó, al igual que su compañero José “Pepe” Munté. ”Ser miembro de una familia que yo sabía no era la mía, obviamente era un muy buen recuerdo. Sentado en la mesa, Laura, Lita, don Alejandro, la señora Provi, Pepe y yo, como si fuésemos toda una familia; comer y llamarnos la atención sobre cómo se toma la cuchara. Para mi eso era impagable y un muy buen recuerdo”, alude mientras me cuenta que se sentían como sus verdaderos hijos.

-Entre todas esas alusiones ¿Qué invoca para usted Alejandro Tarragó?


Era un hombre extraordinario, ejecutivo, casi hiperquinético. Yo solamente tengo buenos recuerdos de él. Incluidos los malos recuerdos son buenos reacuerdos. Él tenía una particular manera de imponer la disciplina, que obviamente en aquellos años no era muy bien comprendida por los afectados, entre ellos yo, pero pasado el tiempo uno empieza a entender que sin disciplina no hay nada. Hoy día yo comparto su opinión, para mi la disciplina es importantísima.

Cuenta Héctor, que el “señor Tarragó” los castigaba con los más diversos métodos para lograr que ellos aprendieran. Uno de ellos, era cuando los hacía correr por el entorno de una piscina con arena ubicada tras el edificio principal del Kent. Si él los pillaba, eran sancionados, pero si después de diez vueltas no lograba alcanzarlos quedaban libres. La mayoría de las veces no los agarraba, porque lo que a él le importaba no era castigarlos, enfatiza, sino más bien que aprendieran la lección.

Esas lecciones para “Tito“Olave fueron importantes en su disciplina, la que se ve notoriamente reflejada en sus espacios, argumentos y vida. En su oficina está todo estratégicamente ubicado. Los diarios por un lado, su libreta y lápiz por otro. Todo encuadra y refleja desde mi posición, es decir frente a su escritorio, el más prolijo orden. Hasta el punto de que él mismo me lo comenta. “Yo soy ordenado, en mi oficina todo está ordenado, incluso el orden de mi escritura en estos apuntes. Eso es propio de Tarragó; él era ordenadísimo”, expresa.

-¿Cómo contempla esa disciplina en los diferentes ámbitos de su vida?

Yo la disciplina la impongo en mi casa y en el trabajo. Aquí los horarios se cumplen, aquí las cosas se hacen bien, lo mismo que en mi casa. En mi casa se come a la hora que se tiene que comer. Imagínate estuve doce años internado, de los cuales seis años fueron con Tarragó; entonces todas esas cosas van marcando y se van quedando. Lo único que obtuve de eso fueron beneficios, puesto que para mi es una ventaja que tengo frente al resto. Esa disciplina se la debo a Tarragó.

Héctor como parte de la familia kentiana, además de ser formado de manera rigurosa también fue un regalón. Sus aptitudes futbolísticas, por otro lado, lo distinguieron por ser el “Pele” del colegio, sumando ciertos privilegios por sobre los demás, “como por ejemplo meterme a la cocina del colegio y prepararme un sándwiches de marraqueta con repollo, aliñado con aceite, sal y vinagre. Eso causaba la envidia de mis compañeros, porque yo salía con mi gran sándwich de la cocina y ellos no podían hacerlo, recuerda mientras en el reflejo de sus cristales ópticos, parecieran retratarse como destellos de luz esos gratos momentos.

-¿Recuerda a los profesores de ese tiempo?

Educadores fantásticos, hombres cultísimos. El subdirector se llamaba William Stranger; maravillosa persona, la señora Guacolda Antoine, Vicente Mengod, los españoles Alejandro Salvador, Huerta, Tarragó; Lister Rossel era médico; el cura Jofré quien hacía clases de religión; el escritor Pepe Donoso, que fue nuestro profesor de inglés; la señora Adela trabajaba en la cocina.

Entre ellos estaba la profesora de inglés, Amelia Tarragó, que “Tito” evoca como una mujer muy buena moza, al punto que recuerda una anécdota en la que mientras ella les enseñaba la canción “Molly Malone”, él le preguntó:-¿Usted nació en Dublín? , porque la letra decía que ahí vivía una niña bonita como miss Amelia, relata mientras entona suavemente su melodía… In Dublin's fair city, Where girls are so pretty, I first set my eyes on sweet Molly Malone……

"YO VIVO EN EL DIARIO"


Héctor no salió del Kent directamente a las aulas universitarias. Sus aptitudes deportivas lo llevaron primero a indagar en el fútbol profesional en Linares, no obstante producto de una lesión, debió buscar otros rumbos, por lo que intentó explorar el mundo de los negocios trayendo aceitunas de Arica. Paradójicamente estos dos hechos tendrían relación con el futuro que “Tito” Olave forjó para su vida: El periodismo.

En su viaje desde la primera región a la capital, Héctor trabajó como pioneta en un camión. En él encontró una revista "Ecran" en la cual su directora, María Romero, describía la profesión e indicaba los requisitos para ingresar a la carrera a petición de una lectora y “yo cumplía con los requisitos. Además me acordaba del trabajo que hacían los periodistas cuando jugaba en Linares”, razón por la que volvió a sus barrios escolares ubicados en la comuna de Ñuñoa, para alojarse en la casa de su gran amigo de colegio, Emerio Lomas-Osorio.


-¿Cómo influyó el Kent a la hora de escoger su carrera profesional?

Indirectamente influyo en mi carrera, puesto que por la forma en que ellos me educaron yo escribía mejor que el resto. Tenía ese don adquirido gracias a ellos; el de tener una facilidad de expresión escrita mejor que el resto de los chilenos. Yo sabía que me distinguía por eso.

En 1962 ingresó a la Universidad de Chile y al año siguiente ya comenzaba a forjar su profesión incorporándose al diario “Las Ultimas Noticias”. Desde ahí este apasionado reportero no dio tregua a la información, realizando estudios de postgrado en Estados Unidos, país en el que también ejerció su especialidad.
De regreso a Chile, trabajó como jefe de Informaciones del diario "El Sur" de Concepción y desde los años 80´, se consolidó como director de "Las Últimas Noticias" y "La Tercera" y de los diarios de Puerto Rico, "Primera Hora" y "El Nuevo Día".

-Usted trabajó en el programa “Sábado Gigante” ¿Cómo fue la experiencia de pasar de la prensa escrita y a un canal de televisión?

Fue una experiencia extraordinaria, porque de televisión no conocía nada; lo único que sabía era prenderla y apagarla, y por las circunstancias de la vida, tuve que dejar “Las Ultimas Noticias” e irme de Chile.

-¿Por qué debió abandonar el país?

Fui despedido de la dirección de “Las Ultimas Noticias” por presiones del gobierno militar; por publicaciones del diario que no les gustaban. La verdad es que en Chile no tenía oportunidades de trabajar por influencias del gobierno militar y coincide con la invitación de Don Francisco a Miami.

-¿Qué fue lo más problemático que le tocó vivir como director de medios en esa época?

Había muchas cosas en ese tiempo, primero la censura. Después existieron los famosos bandos que prohibían informar de ciertas materias y, por último, la autocensura, pero yo por lo menos tengo la conciencia extraordinariamente tranquila, porque hice cuanto pude por la libertad de expresión, hice todo cuanto pude para publicar lo que la gente merecía saber, pagando el precio de dos despidos. Fueron años muy complicados.

- ¿Cómo fue el pasar de esa experiencia a vivir en Miami?


Mi vida allá fue lo que yo llamo un “intermedio musical” desde el fragor de la batalla del día a día, el tener que pelear, discutir, tener que pasar mucho malos ratos -eso particularmente durante el gobierno militar- a llegar a Miami, una ciudad maravillosa y con un horario normal.

-El tener que trabajar en esas condiciones imagino tuvo un costo personal

Claramente. Cuando me fui a Miami conocí a mis hijos, yo no los conocía. Los tenía, estaban en mi casa, pero cuando yo salía en la mañana ellos estaban durmiendo y cuando volvía en la noche también. Los conocía muy poco, pero mis cinco años en Miami y gracias a mi “intermedio musical” pude conocerlos. Fue muy agradable.

La educación que Héctor tuvo en el Kent marcó parte de la importante de la disciplina que ha asumido en los diversos cargos en que se ha desempeñado. En actualidad, como editor de contenidos de El Mercurio, es responsable de las informaciones que son publicadas a diario, incluido el cuerpo de deportes. “Es cansador, yo estoy catorce horas en el diario de todos los días de la semana y el año también, porque la responsabilidad es mucha y porque el trabajo es bastante. Yo vivo aquí en el diario”, sentencia con una mirada intensa.

-¿Qué ha sido para usted lo más gratificante de esta profesión?


Cuando un empleado “normal” llega a su oficina, sabe lo que tiene que hacer en sus horas de trabajo; yo aquí llego en las mañanas y nunca sé qué es lo que va pasar, porque mi trabajo depende de lo que vaya sucediendo durante el día. Todo es tan cambiante. Eso es lo que hace tan atractiva esta profesión, además de conocer gente y visitar lugares. Yo conozco todo el mundo y eso es muy atractivo.

-En su recorrido por la profesión le ha tocado cubrir hechos históricos como el lanzamiento del primer hombre a la luna, el juicio contra Michael Townley, entre otros ¿Qué ha significado para usted presenciar estos sucesos?

Estoy escribiendo un libro, del cual tengo aproximadamente 40 capítulos escritos, me falta afinarlo y darle forma. El libro consiste en situaciones en que el protagonista es un personaje importante, estando yo presente en esas circunstancias. Entonces tengo capítulos con Don Francisco, Agustín Edward, con Pinochet, con Allende, Eduardo Frei Montalva y Ruiz Tagle. El presidente Aylwin, el General Stange, con el Almirante Merino, entre otros. No es una autobiografía, pero si relato episodios de la vida nacional en que yo fui testigo y protagonista.

“Tito” Olave claramente tiene una trayectoria que le ha llevado a estar presente en situaciones cruciales y con personajes connotados; historias y una constancia que le ha permitido a recibir premios como al Mejor Periodista por Trayectoria entregado por la Embotelladora Andina (1988); al Mejor Director de Diario por el Colegio de Periodistas (1994); al Mejor Periodista del Año por Editorial Los Andes (1996), el Premio Nacional de Periodismo (2003) y, el premio a la Trayectoria Profesional por Carabineros de Chile (2007), entre muchos otros.


Las vivencias, disciplina y pasión por el periodismo son experiencias que dejó plasmadas en muchos jóvenes “colegas” que se formaron bajo su alero en la Universidad de Chile, católica y Uniacc. Cátedras que asegura tiene el sello de la rigurosidad que Tarragó esculpió en sus estructuras más profundas y, que hoy ven la luz en nuevos profesionales de la talla de Aldo Schiappacasse y Marco Antonio Cumsille y, por que no, marcan el proceder que no puede sino estar patentado en una publicación.

domingo, 24 de agosto de 2008

LOS PRIMEROS TURISTAS DE PASCUA

El joven espíritu aventurero es el que en febrero de 1956 llevó a dieciocho alumnos del Kent School a explorar tierras desconocidas. “Rapa Nui” o “Tierra de Hotu Matua” fue el destino de su viaje de estudios, el cual ignorado turísticamente hasta ese entonces, los sentenció como los primeros en realizar una “maravillosa travesía” hacía su cultura. Son estas vivencias, las que Hugo Ferrer no ha olvidado y que, amablemente, evocará junto a nosotros en este desafío por reencontrar los vestigios de una isla olvidada.

Lo primero que se me viene a la mente cuando pienso en Isla de Pascua, además de sus Moais, es en su variada y extensa vegetación. Flores de todos tipos y bailes con atuendos exóticos al más puro estilo polinesio. Pero ¿cómo habrá sido la realidad de este fin de mundo hace más de 50 años atrás? Hugo Ferrer, ex alumno de sexto de humanidades del Kent en esa época, bien lo sabe y, por lo mismo, es que no tarda en desplomar, en parte, mi ingenua proyección. “No había mucha vegetación, la gente se transportaba en caballo, existía el trueque como medio de intercambio de productos y los Moais estaban en sus posiciones originales”, agregando que “en ese entonces la isla se encontraba en evolución, no obstante los cantos y vestimentas típicas son semejantes a la actualidad, pero más modestas”, comenta mientras sus rasgos y voz se tornan más expresivos, queriendo retratar en sus palabras una imagen antepasada.

Era de esperarse, puesto que en aquella época “Te Pito o Te Henua”, el ombligo del mundo como lo llaman sus habitantes, no era un lugar turístico como hoy , sino más bien era visitado sólo por barcos que varaban temporalmente para después continuar su ruta. Ese aspecto, es el que hacía especial esta travesía: Eran los primeros turistas en La isla. “Imagínese no cualquiera podía ir en esos años, no existía trasporte y nosotros lo hicimos igual”, reflexiona orgulloso.

El enigmático Rapa Nui no sólo para estos jóvenes representó un misterio, sino que paralelamente y en una barcaza de junco, llegó al lugar Thor Heyerdahl, un importante explorador noruego. El resultado de sus estudios más tarde demostraría que no había razones técnicas que hubiesen impedido que habitantes de América del Sur se establecieran en las islas de la Polinesia. En ese escenario hay que ubicarse; en ese tiempo y espacio, es que los alumnos del Kent estuvieron ahí. Hugo conciente de aquello, recuerda que gracias al quinto de humanidades, que lo invitó a este viaje, puedo vivir esa importante experiencia.

Isla de Pascua no era turístico en esos años ¿Cómo es que llegaron hasta allá?
En el colegio en ese tiempo había una alumna que era hija de en ese entonces Secretario General de Gobierno, el señor Mario Ciudad. A través de él se hicieron los contactos con el gobierno y, posteriormente éstos con la Armada de Chile. De esta forma se autorizó nuestro viaje y nos embarcamos en febrero de 1956 en el Trasporte Pinto, barco que viajaba anualmente a entregar abastecimiento a esa lejana posesión chilena.

El trayecto en este navío no fue menor. Eran jóvenes de 16 años de edad aproximadamente y el temor de viajar por primera vez en ese tipo de embarcación estaba presente. “Andar en barco era una novedad, pero pasamos artos miedos. Los movimientos que se provocaban y el susto que nos ocasionaban los mercantes al decirnos que se podía hundir era constante”, cuenta mientras aclara rápidamente que “no era un barco de pasajeros, era de guerra, por lo que íbamos en unos camarotes colgados con cadenas y cuando el navío se movía, éstos se balanceaban para todos lados”, representando mímicamente, las desventuradas oscilaciones.

¿Cuál fue el momento más álgido en esta aventura marítima por el pacífico?
Con el fin de ahorrar tiempo, el capitán intentó cruzar la corriente de Humboldt en forma perpendicular. Esto provocó unos desplazamientos salvajes, hasta que sonaron las alarmas. El peligro era que al ser un transporte de carga éste se podía caer. Nos asustamos mucho; no podíamos movilizarnos bien.

El viaje duró aproximadamente diez días, siendo su primera parada en la Isla de Juan Fernández, lugar “muy bonito, de una vegetación increíble, una vista estupenda, vistamos las cuevas de Robinsón Crusoe, vimos langostas”, expresando que lamentablemente sólo fue de pasada, puesto que debían zarpar rumbo a “tierras desconocidas”.

“CONOCIMOS UN LUGAR QUE NADIE PODÍA CONOCER”

Mientras a lo lejos se acercaba el transporte Pinto, los pascuenses en sus botes esperaban ansiosos la “novedad” del navío que se posaría en sus tierras. Al igual que en las “películas”, cuenta Héctor, al llegar todos los lugareños estaban rodeando el barco, desde donde ofrecían sus artesanías. “En ese tiempo no circulaba la moneda, se hacía trueque, así que nos dijeron que lleváramos ropa y cosas para hacer intercambio”, cuenta, entretanto me muestra la nativa orfebrería que trajo desde allá. La veo y reconozco en ellas figuras toscas, con los ojos expresivos y de contornos geométricos; una madera bella llamada toromillo, pero lamentablemente extinguida por su sobre explotación.

De estas mismas características es Moai Miro, réplica en madera de la escultura megalítica original de Isla de Pascua Moai Maea. Su escultor fue Adán Atán, artífice de la zona que se encariñó con los pokis del Kent y gentilmente lo cambió por regalos que cada alumno le entregó. Hoy este “Moai del Kent”, traído directamente desde la tranquila isla de pacífico, reposa en tierras chilenas; reviviendo a diario desde el hall del colegio lo significativo que fue este viaje para esta delegación de dieciocho estudiantes.

¿Qué fue para usted lo más significativo de este viaje de estudios?
El viaje me dejó mucho, porque Isla de Pascua no es lo de ahora, sino que en ese entonces se encontraba en evolución. Era un lugar donde no habían problemas, no habían borrachos, asaltos, ni riñas. Era una cosa sana. Todo era cariño y unas ansias de tener de todo. Fue un viaje maravillosos, muy bonito, porque conocí un lugar diferente.

Se encontraban lejos de casa y en un lugar completamente nuevo ¿Cómo fue la relación entre ustedes en esas circunstancias?
Hubo mucha camaradería, porque éramos jóvenes y estábamos en esta aventura juntos. Con muchos de ellos nos seguimos viendo después. Yo hasta ahora me veo con Juan Capello, ambos éramos de sexto de humanidades. Además al viaje nos acompañó el profesor Ángel Valencia, pero él más que nuestro maestro en esta hazaña, fue nuestro amigo.

En aquel tiempo en la “Tierra de Hotu Matua” no había puerto, por lo que para llegar a tierra debían usar botes. “Se bajaba por una redes para desembarcar y luego por un mástil que iba hacia las barcazas que eran similares a las de guerra”. Como tampoco existían los hoteles y hostales, debían dormir en el barco. ” Una vez alojamos en tierra, pero tuvimos que dormir en un galpón que tenia una especie de estantes”, recuerda haciendo alusión a que en sus conversaciones con los pascuenses estos daban cuenta de costumbres muy sencillas.

Una tradición que Hugo no olvida es la preparación del cordero, el cual se cocinaba a leña y en un tambor con agua de mar. “Era riquísimo…se aliñaba con lo salado del mar”, recordando que lo pasaban muy bien junto a ellos. “Cantábamos bastante y aprendimos muchos temas”, expresa mientras tararea el tema Sau - Sau reva sau reho vari; erúa simo - simo…

En este recorrido inolvidable al pasado de la isla, pudieron conectarse con una cultura única en el mundo y dotada una geografía singular. Como expresa el profesor Ángel Valencia en el anuario de 1989, treinta años después del viaje: “Pudimos visitar el volcán Rano Kao, el cual hoy es una laguna; los petroglíficos de Orongo, antigua ciudad ceremonial; contemplar islotes de la leyenda de Motu-Iti, Motu-Nui y Motu-Kao-Kao. Admiramos la magnificencia de las importantes Moai del Rano Raraku. Visitamos la hacienda de Vaitea y concurrimos a la misa dominical ofrecida en idioma pascuense, realizada por los maravillosos coros isleños”, a lo que Hugo agrega. “Estuvimos en la única playa de arena Anakena; el pueblo que alberga actualmente a más de 90% de la población, el pueblo de Hanga Roa y la caleta de ese lugar, Hanga Piko.

En la acogedora casa de Hugo Ferrer abundan recuerdos. Artesanías y fotografías parecen retroceder el tiempo de una experiencia inolvidable. En ellas sus vivencias en el Kent School están presentes, y una carpeta llena de archivos, incluyendo sus calificaciones, dan cuenta de ello. Actualmente se reúne periódicamente con sus compañeros y asiste a un taller literario del club Español, llamado “Los años sabios”, en el que publican sus escritos y en el cual exhibió “Las islas Juan Fernández y Pascua”, haciendo alusión a los vestigios de este viaje y la perspectiva de una isla olvidada.
Los dieciocho integrantes de este viaje fueron: Jorge Alcaide, Sergio Baranovsky, Jorge Bertini,Juan Capello, Pedro Castro, Rubén Chuaqui, Hugo Ferrer, David Garrido, Patricio Grisanti, Alejandro Isakson, Max Isakson, Julio Krauss, Emerio Loma-Osorio, Ángel Mahave, Luis Reuss, Miguel Saltiveri, Jorge Weinberger acompañados por el profesor Ángel Valencia

lunes, 4 de agosto de 2008

MEMORIAS DE MI VIDA


Una infancia marcada por la crudeza de la guerra civil española y por una tradición cultural notable, sembraron en Amelia Tarragó una entereza y sensibilidad docente incomparable. Radicada en Chile y con más de 40 años de servicio en el colegio que impulsó a nacer y crecer, esta dedicada profesora de inglés mira la vida con optimismo y energía. Aspectos que reafirman cada día más, su pasión al enseñar en el Kent School.


Un 17 de julio de 1936 los cielos de España vieron cubiertas sus esperanzas de libertad. Ese día, tras un fallido golpe de Estado de un sector del ejército contra el gobierno de la Segunda República, se dio comienzo a una amarga guerra civil; la que se extendería por tres años.

Los primeros afectados: Los niños. Muchos de ellos debieron ser asilados en colonias, donde huérfanos y asustados, debieron asumir la disolución de sus familias. Sus padres constreñidos corrieron diferentes destinos, siendo algunos incorporados en la batalla; otros forzados a huir; sufrir en las cárceles o drásticamente, a ser fusilados.

El desamparo de los menores se acentúo en las zonas cercanas a los frentes bombardeados. Día a día las explosiones retumbaban en sus pequeños corazones, sumados a la soledad, la escasez de alimentos y el temor a morir. Son estos miedos los que Amelia sintió. Afortunadamente a ella, no le faltó nuca un plato de comida; pero la vida en la colonia, en la que su padre era el director y su madre ecónoma, claramente dejó huellas de dolor y melancolía.

Esos sentimientos causaron una cierta desconfianza y reserva en ella. “Creo que soy amistosa, pero no me doy por completo, porque tuve muchas amiguitas en las guerra que perdí. Eso me marcó mucho”, ese sigilo argumenta, es su resguardo para no sufrir.

Pero a su vez,  se considera una persona con suerte, puesto que más allá de lo “terrible” que pasaron, siempre ha sentido el apoyo, lo valores y las ganas de vivir. Ese optimismo, que en algún momento fue de sus padres, y que ahora es parte de ella.

 MIS ORÍGENES; MI TRADICIÓN

Cuando los bombardeos y disparos hicieron insostenible la permanencia en el orfanato, debieron emigrar a Francia, país en que estaba su tío Alejandro Tarragó, junto a su mujer y el hermano de Amelia, Lamberto. Ese lugar sería el punto de encuentro, y el de partida, para un nuevo destino en el continente Americano.

Su padre, Claudio Tarragó, estuvo en un campo de concentración ¿Cómo llegaron a confluir todos en Francia?
Afortunadamente unos amigos lo ayudaron a huir de ese lugar. De esa forma pudimos encontrarnos todos en Paris. Mi padre tenía sólo dos semanas para salir de ahí, porque no contaba con los papeles, a diferencia de nosotros que veníamos con los niños de la colonia.

¿Cómo lograron salir entonces?
Mi tío era muy amigo de Pablo Neruda y sabía que él había enviado gente a América. Como a mi padre se le dio poco tiempo para salir, mi tío habló con él. Así que en noviembre de 1939 embarcamos con un conjunto de profesores, muchos de ellos vascos y asturianos, que estaban si trabajo por la guerra.

El papel de Pablo Neruda fue fundamental. En ese tiempo el poeta fue nombrado cónsul de Chile en Paris, y afectado por la situación de miles de españoles refugiados, decidió intervenir para que el gobierno los acogiera en nuestro país. Es así como las míticas embarcaciones como “Winnipeg” y “Loreto”, trajeron a un masivo contingente de inmigrantes; siendo en la última de estas embarcaciones, que Amelia junto a su familia pisaron tierra chilena.

En el barco venían importantes personalidades de la cultura. Antonio Rodríguez Romera, gran crítico de arte y su esposa Adela Laliga; Vicente Mengod educador y escritor; Eleazar Huerta, abogado, escritor y profesor. Sin dejar de contemplar claro, que entre estos notables hombres están los familiares de Amelia. Su padre Claudio Tarragó, destacado escultor y una importante personalidad ligada a las artes y su tío Alejandro Tarragó a su vez, un sobresaliente normalista.

En este ambiente es que creció Amelia. En su casa todos los sábados estos importantes personajes se juntaban y hacían tertulia. “Se hablaba de los últimos libros, de política internacional, del país, de todo; por lo que nos acostumbramos a estar en un ambiente muy cultural”, recuerda mientras en sus profundos ojos azules se materializa la fiesta que esa reunión representaba para ella.

¿Qué significó para usted haber compartido con estas personas?
A esa gente yo la hecho de menos. Eran personas con una comprensión, tolerancia y de una categoría humana fantástica. Creo que haberlos conocido nos ha servido mucho a mí y a mi hermano Lamberto, porque nos dio mayor madurez. Sobretodo a mi que era más pequeña. Imagínate a mi me enseñaron a escribir y a leer la señora de la Romera que era profesora y el señor Mengod. A su vez, mi padre, tío y abuelo son los hombres más perfectos que he conocido, y adquirimos también parte de esa experiencia. Mi hermano y yo tuvimos una suerte bárbara. Hemos tenido una educación muy esmerada.


La conversación fluye, mientras que las risas de los alumnos, el timbre y el movimiento que es parte de un recinto educacional se entremezclan con un diálogo centrado en el Kent School. Para miss Amelia, como la llaman sus alumnos, este lugar es de emotiva significación; puesto que ha forjado por más de 40 años, lo que para ella es el amor por la docencia y una energía excepcional sobre la vida.

 "YO CREO QUE NACÍ PARA SER PROFESORA"

Desde pequeña su inquietud por enseñar estuvo presente. Cuando iba a los cumpleaños de sus amigos, terminaba organizándolos y, al cabo de un rato, los tenía a todos sentados dibujando; mientras ella se paseaba como toda una profesora explicándoles ciertas materias. Pero ese juego de niños no quedaría ahí, porque más tarde esa inocente representación se haría realidad; materializándose en la obra de su tío Alejandro Tarragó: el Kent School.

¿Cómo inició sus actividades en el colegio?
Mi tío fue rector por doce años del colegio “The Windsor Shcool” y cuando éste no continuaría por diversos problemas; decidió, gracias a la ayuda de cercanos a la familia, crear el “Kent School”. En ese ínter tanto yo me encontraba saliendo del colegio, y estaba capacitada en idiomas como el catalán, castellano, inglés, francés y algo de italiano; entonces mi tío me ofreció trabajar con él. Comenzando juntos en el año 50. En ese tiempo era como un comodín, hasta que me dediqué al séptimo en inglés, además de otras funciones administrativas.

¿Qué recuerdos tiene de esa época?
El colegio en la época de Alejandro Tarragó era muy importante en docencia. Él era una persona extraordinaria, que llevaba las cosas con mucha sencillez, pero con una claridad que no tiene ninguno de nosotros por mucho que no esforcemos.

¿Cómo era su relación con Vicente Mengod y Alejandro Salvador Aznar?
Alejandro Salvador era un excelente profesor de matemáticas y de francés. Era un hombre muy extrovertido. Muy jovial, entonces tenía chistes y cosas a flor de piel, pero si tú profundizabas en él, y dejabas aparte su entusiasmo, encontrabas un hombre muy preparado. Por su parte, Vicente Mengod era una persona fantástica y cariñosa. Era buenísimo, sin maldad y muy inteligente. Impartía clases de castellano y, a veces, de historia, pero él sabía de todo. Si tú le hacías una pregunta te explicaba. Era un grupo de gente extraordinaria. Eran muy importantes, por lo que el colegio estaba dotado de una categoría especial.

Para Amelia su primera escuela fue el kent y la improvisación su primera herramienta. “Para enseñarles a leer busqué un sistema en el que tenía una barra con clavos y unos cuadrados con agujeros con las letras con los que ellos iban formando palabras. Al principio me costó y creía que no iban a aprender nunca, pero de repente todo el curso exploto y todos leían”, decidiendo más adelante sumar a esa experiencia adquirida, los estudios de pedagogía en la Universidad de Santiago, reforzando más aún su vocación y espíritu de enseñanza.


En aquella época Amelia contrajo matrimonio con el que sería el amor de su vida: Rafael Sierra. Con él tuvo a sus dos hijos Claudio e Isabel. En ese periodo las condiciones del país eran complejas, por lo que con su marido, de origen catalán al igual que ella, decidieron emprender rumbo a España. Durante doce años vivieron allá, pero lamentablemente el destino interrumpió tempranamente sus anhelos, falleciendo su esposo a los 50 años de edad. A pesar de aquello, él ha estado en cada minuto de la vida de su mujer. “Aprendí a vivir sin él, pero con él. Yo lo tengo constantemente a mi lado”, dejando entre ver la presencia de un afecto incondicional, y el que ha debido revivir por medio de fotografías y recuerdos.

Sus momentos en el Kent School han sido muy felices, eso se percibe. Inquieta y energética, siempre está buscando solucionar los problemas que puedan aparecer; estando en una y otra clase, como también aplicando en su metodología nuevas técnicas que permita a los alumnos descubrir sus capacidades.

¿Cómo logra que los estudiantes comprendan sus materias?
Hay algo que me gusta mucho y es hacerles sintetizar, es decir, que lean, piensen y resuman las ideas, porque eso sirve para la comprensión de lectura. Los acostumbro a fijarse bien qué es lo que están leyendo. En mi clase los hago contestar. Por ejemplo la gramática en inglés no les enseño por reglas, sino hago muchos ejemplos en la pizarra y después les digo que ellos me den las reglas gramaticales que han visto. Ellos las descubren. De hecho las pruebas que hago son de redacción y, a pesar de que estoy horas corrigiendo, los niños terminan escribiendo. Además en clases no los dejo hablar en castellano, lo que les ayuda mucho a ser fluidos.

¿Qué significa para usted hacer clases?
Las horas que estoy en el colegio las paso muy feliz; yo entro a clases y tengo una energía que me da el hecho de haber trabajado en algo que me gusta. Yo creo que nací profesora, entonces he trabajado en lo que me gusta y eso te da un aliciente muy grande, por eso no me canso de estar en el colegio.

No puedo abstraerme de contemplar a Amelia y destacar con la tenacidad que emplea cada palabra y su poder de oratoria. La sensibilidad con que argumenta la “pena” que para ella significa el que los alumnos hayan dejado de participar en las clases. “Independiente de lo que contesten, intervenir ya no les interesa. Para mi no son tan importantes los libros, sino lo que en la mente ellos pueden descubrir”, reflexiona mientras su firme personalidad y suave acento español, se entremezclan armonizado las palabras de un discurso convencido.

Su extraordinaria vitalidad, no sólo le ha permitido continuar en las aulas, sino que además participar en la agrupación llamada “Coral Cataluya”, que conforman ex integrantes del Centro Catalán, del que ella formaba parte desde los catorce años. Como también, además de ser una relevante soprano, su reconocido talento en la cocina ha sido glorificado por muchos de los que han tenido el privilegio de saborear sus placenteras recetas.

Amelia Tarragó reconoce sentirse feliz y afortunada, más allá de las huellas que en ella han podido dejar lo escabroso de una guerra y lo doloroso de una perdida. Hoy, con una fortaleza que sorprende, disfruta su vida con los que más quiere; Su familia. Sus dos hijos, cinco nietos y un bisnieto, son los que la movilizan a continuar con energía por su vocación docente, y por entregar los vestigios de una cultura de la que ella fue protagonista.

miércoles, 2 de julio de 2008

UNA LEYENDA DE PASIÓN


La figura de Guacolda Antoine Lazzerini marcó la educación chilena. Su legado trascendió las aulas y consolidó la pasión de una mujer comprometida con la enseñanza y el mundo académico. Su temple lejano a cualquier comparación, forjó un pasado de reconocidos logros en la docencia de las matemáticas y labró el cariño de ex alumnos, personajes universitarios y públicos. Hoy completamente vital, continúa con esa energía y dulzura que la caracteriza, manteniéndose “vigente” como dice ella y con una entereza admirable.
Por Mcarena Acuña

La “guaco”, como la llaman sus seres queridos, está lejos de aparentar lo que para muchos sería la personificación de alguien con 100 años de edad. El tiempo en ella más bien, representa una solidez intelectual y cultural; como también un infinito de historias que recorren su vida y de las que amablemente nos ha hecho participes. Sentadas en el sillón de su acogedor departamento en Ñuñoa y disfrutando de un café y galletas que gentilmente me sirven, ella comienza súbitamente el relato. Desde su mirada enfocada a desenmarañar los recuerdos, parte por lo que en primera instancia me hizo llegar hasta ella: su docencia en el Kent.

“LA CULTURA SALE A FLOTE”

Es imposible abstraerme mientras la narración se produce. Retroceder en el tiempo e imaginársela llegando al colegio, al cual asistió dos veces por semana durante más de 30 años, es notable. Más aún si evoca anecdóticos relatos; como a don Vicente Mengod disfrutando de un delicioso chorizo español en los recreos, y a don Alejandro Tarragó aplaudiendo y recitando su inmortal poesía “La plaza” de Antonio Machado, para que los alumnos ingresen a sus salas. Versos que Guacolda no ha olvidado en lo absoluto y que mientras rememora ese momento, parafrasea silenciosamente…La plaza tiene una torre, la torre tiene un balcón, el balcón tiene una dama, la dama una blanca flor…

Usted ingresó al Colegio Kent School en 1952 ¿Qué la llevó intergrase a este establecimiento educacional?

Mi hijo mayor, Fernando, entró al colegio ese año. Cociendo el lugar me interesó hacer clases, porque el rector Alejandro Tarragó era un español extraordinario. Los profesores que había, Vicente Mengod, Alejandro Salvador Aznar y Eliazar Huerta; todos ellos eran personalidades españolas de reconocimiento amplio. Eso hacía que uno se decidiera y, por otro lado, él también se interesó porque yo enseñara.

Usted me nombra a Alejandro Tarragó, Alejandro Salvador Aznar y a Vicente Mengod como personalidades de reconocimiento ¿Qué la lleva a considerarlos de esta manera?


Es que don Alejandro Tarragó era un hombre extraordinario, de un gran conocimiento del castellano y con una vocación pedagógica fuera de lo común. El siempre estaba corrigiendo, porque era cuidadoso con las faltas ortográficas. Era un hombre muy culto. Don Vicente Mengod, por su parte, era un español muy cultivado, tranquilo y reposado. Hacia muy buenas clases de castellano; realmente era un hombre muy instruido.
Don Alejandro Salvador era famoso entre los niños por sus chistes. Hacia clases de francés y en éstas hacía comicidades. Era muy alegre; siempre tenía a flor de labio una cosa graciosa.
Siempre me encontraba con Mengod y Tarragó. Ese contacto daba mucho, porque tenían cosas que dar. Esa cultura sale a flote.

Mientras conversábamos algo la inquietaba. Se miró las manos y vio que no se había puesto su argolla, claramente ésta es muy importante para ella. Su marido, el abogado, Arcadio Escobar, falleció hace aproximadamente 20 años por un infarto asociado a un cáncer de colón y desde entonces, se ha hecho acompañar de Teresa Rodríguez; quien la asiste en la casa y, por sobretodo, por sus hijos Fernando y Álvaro. Se quedó pensando y me dijo: “Como yo nunca me enfermaba, él sentía que no podía incomodar con sus malestares. Fue muy rápido todo”, reflexiona en silencio por un rato. Un silencio melancólico.

No obstante, pasada esa pausa retoma el hilo de la conversación volviendo al Kent. “El colegio tenía mucha influencia de su director don Alejandro Tarragó. Él siempre tenía buenos profesores y no aceptaba irregularidades”, cuenta mientras bebo una segunda taza de café que amablemente prepararon para mi.

¿Cuál es su percepción del KENT en cuanto a la formación valórica y académica?

La responsabilidad, el cumplimiento y el hablar bien. Esas eran cosas que me conmovían y gustaban. El colegio en ese tiempo era más pequeño, por lo que también había mayor familiaridad.
Actualmente su directora, miss Lita, es muy preparada. Ella es doctora en bioquímica, de muy buen carácter y amable. Tiene sus meritos propios y muchos heredados de su padre. Su madre la señora “Provi”, es una mujer que convivía mucho con los alumnos. En ese tiempo, había internado en el colegio y se les daba almuerzo. Recuerdo que ella dirigía la cocina y que los días fríos siempre hacían papás soufflé para todos. Los niños se volvían locos. Ella era una persona muy conocida en el colegio; muy cerca de los estudiantes.

“PARA MI ENSEÑAR ERA LO MÁS IMPORTANTE”

Claramente la trayectoria de Guacolda Antoine es destacada. De sólo figurarse que en sexto básico comenzó a dictar clases de matemáticas a sus compañeras en el Liceo de Aplicaciones sorprende. “Yo tenía una compañera que decía hasta los burros aprenden con la Guacolda”, comenta mientras ríe con nostalgia. Desde ese momento, esa aplicada pequeña, sintió que le gustaba la pedagogía y puso en marcha todas las aptitudes que la convertirían en una sobresaliente docente.

Tras terminar sus Humanidades, ingresó a estudiar matemáticas y física al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Luego de dos años comenzó a impartir clases particulares y a reemplazar a profesores del Liceo de Aplicaciones. De esta forma pudo colaborar al sustento de sus siete hermanos, que tras la muerte de su padre, era necesario educar. A pesar de todo agrega, “Tuve mucha suerte, la gente me ayudó mucho a que pudiera surgir”, recordando la colaboración de profesores como Enrique Fröemel, quien fue determínate para que más tarde se convirtiera en profesora en el Pedagógico.

Además de trabajar en el Instituto Pedagógico usted también lo hizo por tres décadas clases en el Liceo Lastarria ¿Qué le evoca haber enseñado en ese establecimiento?

Yo llegué cuando estaba por cumplir los 20 años. Todos me decían que cómo iba a hacer clases en ese colegio donde eran puros hombres, pero yo jamás tuve un problema en el Liceo Lastarria. Fue una experiencia muy buena, porque además el rector era una persona que tenía una gran dote de conducción, un rector muy generoso, muy bueno don Juan Duran. Él hacía que todo el grupo de profesores fuéramos amigos. Nos invitaba a su casa para que compartiéramos.

La señora Guacolda es muy buena para hacer alusión a la descendencia de los personajes que habla, por ejemplo, cuando menciona a Juan Duran; me expresa inmediatamente, como también lo hace con otras figuras, que “quizás él es el papá del suegro de Ricardo Lagos”, el ex Presidente de la República, lo que denota su gran poder de asociación, además de memoria y conocimiento.

Ese mismo año y en paralelo con sus otras funciones, se desempeña una temporada en el Instituto Superior de Comercio, donde esta curiosa profesional también rinde los cursos que la entidad imparte en la carrera de Actuario, obteniendo el título en 1929. “El profesor que nos enseñaba esas clases me ofreció un cargo donde trabajaba, pero ya tenía mis cátedras en la universidad. Lo estudié porque siempre me ha gustado aprender otras cosas”.Razón por la cual, esta cultivada maestra, también sabe de idiomas, como el francés, inglés e italiano.

Usted tuvo diversos cargos directivos en universidades como por ejemplo el de Presidenta (equivalente a Decano) del Consejo Docente de Matemáticas, Física y Química en la Universidad Técnica del Estado y Jefa del Departamento de Matemáticas de la Faculta de Filosofía y Educación en la Universidad de Chile, por nombrar algunos ¿Qué significó para usted ser representante de un cuerpo académico tan importante?

Bueno mi labor ahí tenía que ver con el nombramiento de los profesores en la Universidad Técnica. También colaboraba con provincia, realizando clases modelos. Como directora hacía los programas de los diferentes cursos. Sin embargo de toda esa trayectoria que fue importante, yo destaco más haber sido educadora, de las clases que hice, me gustan las clases que hacía, las que a los ex alumnos a los que se las realizaba, aún las recuerdan. Los cargos directivos no eran lo más fuerte, para mi enseñar era lo más importante.

En su carrera, tuvo la experiencia de visitar centros de enseñanza industrial y otros establecimientos educacionales invitada por los Gobiernos de la República Federal Alemana y de Francia. Fue delegada de la Universidad Técnica del Estado en el Congreso de Universidades Latinoamericanas, realizado en Buenos Aires, como también de las Universidades Chilenas ante la Comisión Elaboradora de Informe de la enseñanza científica.

Junto a un grupo de colegas, la incansable Guacolda, realiza un intensivo perfeccionamiento para docentes en el Centro de Profesores de Matemática. Su buen trabajo, la mantiene al mando hasta 1973. Seminarios y convenciones son parte de este período y un nuevo nivel de cooperación desde instituciones y gobiernos de otros países. “Nos juntábamos los días de jueves y venían muchos profesores. Ahí conversábamos de temas nuevos, como conjuntos y los estudiábamos, relata mientras bebe agua y toma sus remedios, los que me aclara al instante, no los ingiere porque esté enferma, sino porque es parte de la edad.

A pesar de haber cumplido los años de servicios requeridos para su retiro, esta maestra no cesó su labor hasta mucho tiempo después. Continuó con un arduo trabajo académico y enseñando en el Kent School. En ese entonces “aún era joven y sabía que tenía energías, que podía hacer cosas. Ahí me nombraron inmediatamente en el Instituto Pedagógico como profesora extraordinaria de la Facultad de Filosofía y Educación”, con el que comenzó un período de mucha actividad, que incluye realizar clases de matemáticas en la Escuela de Psicología de la Universidad de Chile y más aún, trae consigo la publicación del libro “Nuevas Matemáticas para los padres”, que junto con la colaboración de profesionales como María Lara, coronan los años de esfuerzo y de entrega a la docencia.

Fue así como la vocación y pasión al enseñar de esta maestra trascendió las aulas, siendo postulada por su desempeño en 1992 al Premio Nacional de Educación y en el año 2000 recibe el reconocimiento de profesional destacada por la Agrupación de Mujeres Ingenieras.

La facultad de Ciencia de la Universidad de Santiago le entregó este año una medalla al Mérito Científico de la Facultad de Ciencias ¿Qué significó para usted ser distinguida con el más alto honor que dispensa esa unidad?
Creo que fue por las clases que hice a los ingenieros industriales. Encuentro que fue demasiado, porque no soy investigadora, pero siempre estuve preocupada de los adelantos que habían para que llegaran de mejor forma a los alumnos y a los profesores. Es el merito a la docencia, por mi ayuda en el desarrollo de las ciencia en los ingenieros. Les di las herramientas matemáticas para que investigaran y las aplicaran.

Las matemáticas es una disciplina muchas veces compleja para los estudiantes ¿Cuál es el método para que escolares y universitarios se interesen?

Yo nunca les dije esto se hace, si no que les iba enseñando todo el proceso. Por ejemplo en una multiplicación, usted multiplica la última cifra y así se va corriendo. Yo les enseñé que comenzaran por cualquiera. En cualquier orden. Entonces eso hace pensar dónde lo van a colocar. Además, ponía toda mi disposición, siempre tranquila y siempre sonriente. Nunca me enojaba.

¿Cómo es la experiencia de realizar clases a escolares y, a su vez, preparar a universitarios que se convertirán en educadores?

Las clases que realizaba en el liceo me servían de experiencia para enseñar a quienes iban a ser profesores. Entonces mis enseñanzas tenían que ser una especie de "calse modelo" para transmitirle a los universitarios cómo debían hacerles clases a sus alumnos. Aparentemente eran lecciones sencillas, en las que inculcaba lo importante de “ir de a poco”.

PURA VITALIDAD
Hace 23 años que Gucolda se retiró de las aulas. La razón de finalizar ese periodo trascendental en su vida, encuentra fundamentos en los instintos más profundos de esta educadora. “En mis clases siempre estaba con una sonrisa, jamás me enojé y el día que lo hice dejé de enseñar”, aunque no fue nada grave, ese hecho fue su indicador de que ya era necesario parar.

A pesar de aquello, continúa vigente, como dice ella y no es de extrañar cuando constantemente está recibiendo el llamado de sus ex –alumnos, amistades del mundo académico y atendiendo gentilmente a quienes nos interesamos por una vida tan dedicada. De hecho, ayuda a sus nietos en las lecciones escolares “El otro día la menor trajo algunos problemas, pero mi hijo, que es buen matemático no pudo resolverlo. Me fueron a preguntar y lo solucioné, eso significa que todavía puedo”. Claro que puede, si pensamos en la cantidad de actividades que realiza constantemente.



En estos momentos esta gran lectora repasa la novela del semiólogo y escritor Humberto Eco “La misteriosa flama de la reina Loana”, disfruta de caminatas por el barrio, asiste a conciertos y actividades sociales. Realiza gimnasia Buche y participa en algunas oportunidades de charlas que se realizan en la Casa de Todos de Ñuñoa. “Yo no me aburro en la casa, veo las noticias y leo”. Incluso está al día en materia de novelas. “Me entretengo viendo “El señor de la Querencia” y “Viuda alegre” que es mala, pero los artistas que trabajan son buenos, comenta mientras triste se entera que no tendrá sus clases de Buche por la lluvia, recordando que comería junto a sus compañeras calzones rotos.

Crítica frente a la situación que se vive hoy en temas de educación, expresa que en parte la problemática radica en los bajos sueldos que tiene los profesores “Imagínese yo tengo una jubilación mayor por los puestos directivos en la que fui decano por dos años, que en todos mis años de enseñanza ¿cómo es posible eso? Yo veo esas escuelas en que tiene 45 alumnos ¿cómo les enseñan las primeras cosas de matemáticas a esos niños? , se pregunta insatisfecha lamentando también la calidad que hay en los educadores.

Es así como llevábamos más de tres horas hablando. Termino mi café y me levanto para que me muestre las fotografías de su familia. Guacolda, proviene de raíces franco-italianas; tiene dos hijos y siete nietos. Mientras miramos los retratos de todos ellos, se deja ver lo importantes que son para ella. De hecho, ya es la hora de almuerzo y el mayor de sus retoños vendrá a comer, por lo que me despido, habiendo conocido a una persona amable, de gran cultura y sin ninguna duda, muy especial.

Guacolda Antoine es incomparable, sus historias, su vida y legado claramente tendrían que ser expresados más bien en un libro, que en una simple entrevista. Hoy sus cabellos blancos y semblantes de ternura, dejan los vestigios incomparables de una profesora, la que tras sus años de dedicación y compromiso, se convirtió en una verdadera leyenda de pasión por la docencia.